La edad de la persona que contrata la póliza es, sin duda, uno de los pilares que más peso tiene en la configuración de la prima. Por norma general, iniciar la cobertura a una edad más temprana suele traducirse en primas mensuales o anuales más reducidas. La lógica detrás de esto es sencilla: desde la perspectiva de la compañía aseguradora, un menor riesgo se asocia con una edad más joven al momento de la contratación.
El capital asegurado representa la cuantía económica que la póliza destinará a cubrir todos los gastos asociados al servicio funerario. Este montante tiene una influencia directa y proporcional en la prima: cuanto mayor sea el capital que deseemos asegurar para garantizar una despedida acorde a nuestras previsiones, mayor será la cuota a abonar. Por ello, es fundamental seleccionar un capital que ofrezca una cobertura completa para los servicios que prevemos, pero sin incurrir en un exceso que encarezca innecesariamente la póliza.
Más allá de los servicios funerarios básicos, muchas pólizas ofrecen la posibilidad de añadir coberturas complementarias. Estas pueden abarcar desde la repatriación del cuerpo en caso de fallecimiento en el extranjero, hasta asistencia en viaje, apoyo psicológico para los familiares o servicios de gestoría para trámites post-mortem. Cada una de estas garantías adicionales, si bien aportan un valor añadido considerable, también repercutirán en el importe final del seguro. Conviene, por tanto, sopesar con detenimiento cuáles de estas coberturas se alinean verdaderamente con nuestras circunstancias y prioridades.
La forma en que abonamos la prima de nuestro seguro de decesos también juega un papel importante en el coste total y en cómo este evoluciona a lo largo del tiempo. No todas las modalidades son iguales, y cada una presenta sus propias características que pueden hacerla más o menos adecuada según nuestro perfil financiero y nuestras expectativas a largo plazo. Conocerlas nos ayudará a tomar una decisión más informada sobre la tarifa de la póliza de defunción.
Quizás el beneficio más tangible y valioso es la paz mental que esta decisión aporta a nuestra familia. Al contar con una póliza de decesos, les liberamos de la preocupación inmediata por cómo afrontar los costes del sepelio y de la compleja tarea de organizar todos los detalles. Saber que este aspecto está cubierto permite que puedan centrarse en el duelo y en el apoyo mutuo, sin el estrés añadido de gestiones económicas urgentes.
Un seguro de estas características está diseñado para cubrir el abanico completo de gastos que conlleva un servicio funerario: desde el coste del tanatorio, el féretro, las flores, las esquelas, hasta la inhumación o cremación y las tasas correspondientes. Esta cobertura integral evita que la familia tenga que realizar un desembolso económico importante de forma imprevista, protegiendo así su estabilidad financiera en un momento vulnerable. El coste de la póliza de decesos se ve compensado por esta seguridad.
Un valor añadido que muchas pólizas de decesos incorporan, y que a menudo se pasa por alto al evaluar su coste, son los servicios de asistencia y gestoría. Estos pueden incluir desde el acompañamiento en los trámites burocráticos (obtención de certificados, baja en la Seguridad Social, etc.) hasta apoyo psicológico para los familiares. Esta ayuda profesional y especializada es de un valor incalculable, simplificando procesos que pueden resultar abrumadores en circunstancias de duelo.